viernes, 2 de septiembre de 2016

Fanfiction: Traición fatal


Al pie de la Biblia abierta donde estaba señalado en rojo el versículo que lo explicaría todo
-alineó las cartas: a su mujer, al juez, a los amigos. Después bebió el veneno y se acostó.
Nada. A la hora se levantó y miró el frasco. Sí, era el veneno.
(Imbert, s.f.) 

Caminó deambulando hasta la cocina, lo envolvía una terrible incertidumbre. El veneno había fallado y no podía ser cosa del azar. Estaba seguro que había todo un plan maestro detrás de este desacierto y estaba dispuesto a averiguarlo, claramente, luego de pasar el guayabo por seguir vivo. 

En la biblia seguía marcado en rojo el enigma que le había hecho pasar el último mes en vela: “Pasad a través de la ancha puerta, donde los espera la luz creciente y lo profundo del mar”. No pudo entenderlo del todo pero sabía que éste, junto con decenas de palabras señaladas en morado, explicaba las causas de la terrible peste que azotó a la familia un año antes. El Padre Luciano, antes de morir, había entregado la Biblia al juez con el secreto. Sixto, al recibirla, había entrado en un dilema, era amante desde hace tiempo de la esposa de Marco y tarde o temprano se daría cuenta ella de la existencia de la Biblia. Marco era su amigo pero iba a ser difícil que él descubriera el significado y los crímenes quedaran impunes. 

Siete días había pasado la Biblia reposando en el último cajón de la oficina. Amira varias veces había sido sorprendida curioseando en los alrededores sin éxito de encontrarla. Sixto estaba al borde de la desesperación y prefirió entregarse a su verdugo. 

En la noche, cuando llegó a aquella casucha donde se encontraban siempre, llevaba la biblia en el interior del gabán. Con un ligero temblor en la mano tocó tres veces, un silencio, luego dos veces y una palmada; era el código. Amira abrió la puerta como siempre, con una sonrisa pícara. Sixto entró circunspecto, se dirigió a la mesa de comedor y dejó ahí la biblia. Amira lo siguió con la mirada y ahogó un grito al ver la biblia, corrió a hojear desesperadamente y encontrar lo que sea que escondiera.

Sixto la dejó hacer. Se fue lentamente al pasillo, recorriendo quizás por última vez los rincones de aquella pequeña morada. Amira tomó lápiz y papel, comenzó a anotar cada palabra que veía resaltada. Sus ojos iban veloces de una página a otra, no había estado tan cerca de la verdad en meses que llevaba de persuasión e investigación. Pronto tuvo un bosquejo general, fue corriendo a sacar el proceso de la caja fuerte y a buscar la relación en todo esto. 

* * *

Amanecía, Amira tenía sala y comedor llenas de hojas desparramadas por todo el piso, notas, frases resaltadas; y aun buscaba más información en la biblioteca. 

—¿Qué es todo esto?

—¡Lárgate maldito infeliz! —Fueron sus últimas dulces palabras.

Sixto agarró su gabán del perchero, dejó atrás la casa, el pueblo y la vida que había llevado durante cuarenta y siete años. 

Amira corrió donde Larios, el conocido abogado corrupto del pueblo y buen amigo de su esposo Marco. Tenían que idear un plan de emergencia. Larios quedó estupefacto luego que Amira le contara la tragedia que envolvía la peste de los Wilderberg, familiares de Marco que tras una maldición habían muerto uno por uno en extrañas condiciones. 

Enseguida idearon el plan, Marco era el único que podía aniquilar al asesino que horas antes ella había dejado escapar. Enviaron por correo la biblia y el proceso con todas las notas. Fueron lo más precisos que pudieron en las pruebas y trataron que el golpe para Marco no fuera tan fuerte. Amira salió detrás del mandadero, se escabulló en la casa de su marido y recogió todo objeto cortopunzante, dejó un arma sin balas con una nota y vació todos los frascos de veneno. Cambió etiquetas y los llenó de nuevo con jugos igual de amargos. Corrió abajo antes de las ocho, solo restaban minutos antes que él llegara y encontrara la verdad. No podía ayudarlo en esto, él debía ir a liquidar a Sixto solo. 

Un mes después había llegado a la conclusión. Tanto papel y tanto misterio, asesinatos que no comprendía y la hostil revelación de la falsía de Sixto, no le dejaban otra opción que el suicidio. Pero al parecer su esposa había planeado todo demasiado bien. Una vez más lo había persuadido y había encendido el odio en su interior. 

Con el fracaso del bebedizo supo que no le quedaba de otra, había pasado una semana en recuperación por intoxicarse con el jugo amargo que había pasado por veneno. Tiempo suficiente para descubrir los planes de Amira y todo el trabajo que había hecho por él. No la iba a defraudar, tomó el arma y fue al mercado a buscar balas, así tuviera que ir a otro continente encontraría a Sixto y acabaría con él. 

Adaptación del microcuento El Suicida de Anderson Imbert

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